En este ciclo de entrevistas a personas de distintas disciplinas, vinculad@s al mundo del deporte que inspiran a los demás por su trabajo, su pensamiento, su espíritu…, yo me he fijado en Albert Bargués, a quien el mar le ha calado por dentro.

La excusa fácil de querer hablar con Albert Bargués (Barcelona, 1960) es la coincidencia en el tiempo con el Día Mundial de los Océanos para escuchar la voz de la experiencia de un navegador oceánico, con más de 200.000 millas surcadas por todo el mundo.

Tenía más razones para desear conocerle: Por mi amistad con el Dr. Ricard Bargués (1929-2013), su padre, pionero de la otorrinolaringología del buceo en España y veterano miembro del C.R.I.S., el primer club de submarinismo del país.

También por haber seguido como espectadora, desde mi ciudad natal, la primera edición de la Barcelona World Race en 2007-2008, su primera regata alrededor del mundo sin escalas en barco de vela de dos tripulantes. Y haber leído sus reflexiones en el libro “Palabras alrededor del mundo”.

Y, por último, por intuir primero y confirmar después de conocerle su respeto por la Naturaleza, igual como FEDAS, que apoya programas como el Proyecto Libera con ADESP.

Empezamos la ruta.

A los 17 años Albert leyó el libro juvenil de Julio Villar “Eh Petrel”, un cuaderno de un navegante solitario, que le despertó el deseo de hacer lo mismo. Estudió Marina Mercante para perseguir su sueño. Un verano se fue con un amigo en bicicleta hasta el Cap Nord (en noruego, Nordkapp), la punta más al norte de Europa. “No sabía que mucho después volvería a estar allí, pero en barco de vela” – explica.

Con 25 años zarpó para dar su primera vuelta al mundo con un barco llamado ‘Fortuna Lights’. La aventura duró 9 meses de navegación con tripulación. Fue una regata de cuatro etapas saliendo de Inglaterra con paradas en Sudáfrica – Nueva Zelanda – Uruguay y de vuelta a Inglaterra, alternando amarres a puerto y navegar. “A bordo hay mucha autodisciplina porque el objetivo es común y bien definido; en tierra este foco se dispersa”.

A los 27 años hizo su primera travesía del Atlántico en solitario (Mini-Transat) con el barco Zeleste de 6,5 metros. Le estimulaba la competición. No se sintió solo. Fue un viaje en 2 etapas: de la Bretaña francesa a Tenerife en 12 días y de Tenerife a la isla Martinica (Mar del Caribe) en 19 días. Después vendrían muchas más.

Lo básico es lo importante

Dice que navegando “te das cuenta de que lo importante es lo básico: la comida, el abrigo… y la farmacia (por influencia familiar) ja ja ja”. Los dos grandes problemas que hay son caer por la borda y colisionar y “la cuerda es la herramienta esencial de una embarcación a vela. Sirve para unir y es la mejor ayuda que hay”.

Con 31 años fue asistente en tierra de José Luis Ugarte en su vuelta al mundo. En el año de las Olimpíadas en Barcelona se trunca el proyecto de dar la vuelta al mundo en solitario, sin asistencia y sin escalas. Lo conseguirá en 2007, con 47 años, cuando se embarca en la Barcelona World Race, la regata de vela trasnsoceánica sin escalas en la que participa con el barco “Educación sin fronteras”.

Foto: Eva Octavio

Tras participar en más regatas y trabajar en equipos de competición reputados (Gautier, Desjoyeaux, Riou, Jourdain), Albert pondrá en marcha con 53 años su proyecto empresarial Sterna, aunando deporte, naturaleza y aventura, con el eslogan “Áun hay sitios en la tierra a los que sólo se puede llegar por mar”.

La iniciativa toma el nombre del ave sterna, que migra entre los polos de la Tierra buscando la luz del sol. “Es el animal de la Tierra que vive más horas con luz solar”.

Su objetivo era ofrecer la experiencia de conocer parajes poco transitados a bordo de un barco de vela y de vivir experiencias inexplicables. “Quería hacer llegar a la gente todo mi bagaje en navegación intensa (de días) e ir juntos a lugares excepcionales”. Tras tres años de funcionamiento, el proyecto se hundió.

Casi con 60 años, Albert Bargués inició un nuevo rumbo en su vida profesional al aprender el oficio de panadero, que ahora ejerce. “En la vida, lo importante no es tanto lo que haces sino cómo lo haces, por qué y con quien” – comenta. Dice que lo aprendido en el mar, se aplica a cualquier ámbito de la vida. “Es curioso que ahora vuelvo a estar conectado a la Tierra”, afirma, como en aquel verano de 1977 cuando trabajó en el campo para ganar suficiente dinero para comprarse la bicicleta. ”Es como si ahora se cerrase un círculo vital”.

El barco de la Tierra

Repasado su itinerario vital, le pregunto por lo que le sugieren los ‘días internacionales’, como el Día Mundial del Medio Ambiente y el Día Mundial de los Océanos, que se celebra justamente hoy. Su primera reacción es que “tener que fijar días es señal de que algo falla porque deberían ser los 365 días del año así. Para mí es como hacer una discriminación positiva de algo que en sí debería tener mucho valor”.

Concibe la vida en la Tierra como en un barco. “Cuando sales al mar a navegar, tienes muy claro que nuestro mundo es el barco y lo que tenemos en el barco porque nuestro consumo está supeditado a lo que llevamos” -comenta. Dice que esta es la mentalidad que habría que extrapolar a la forma de vivir en la Tierra. “Tenemos que cambiar muchos conceptos y saber distinguir entre lo que tenemos, lo que necesitamos y lo que queremos”.

Su concepción de la biodiversidad es también muy respetuosa con el valor de todas las especies y cree que la variedad es lo que permite el equilibrio del planeta. Además hace un paralelismo de la diversidad al plano humano. Es decir, el respeto a la diversidad lo incluye todo (raza, religión, ideología, cultura…). “Todos somos necesarios porque todos aportamos. Nuestra diversidad hace que el conjunto sea completo”.

Foto: Montse Ferrer

Finalmente, hablamos de deporte. Es muy deportista desde siempre. El mundo subacuático también lo conoce. Bucea, pero no le apasiona. Recuerda en especial las inmersiones que hacía de adolescente en la cala Sa Tuna en la Costa Brava, con varios amigos en una barca “La Bidontiqui”, hecha con bidones.

Aire, tierra, fuego, agua…, los cuatro elementos de la Naturaleza ahí están. Nos despedimos y me quedo con sus palabras finales: “Recuerda siempre que, por dondequiera que sople el viento, depende de nosotros aprovecharlo para avanzar hacia donde queremos ir”.