Marina Perezagua no concibe su vida sin una relación plena con el agua. Esta reconocida escritora sevillana practica la apnea siempre que su labor docente como profesora de Literatura en la Universidad de Nueva York o sus escritos y novelas se lo permiten. Marina ha publicado dos libros de relatos, Criaturas abisales y Leche, así como tres novelas, Yoro (Premio Sor Juana Inés de la Cruz a la mejor novela escrita en español por una mujer), Don Quijote de Manhattan y la más reciente Seis formas de morir en Texas. Aprovechando el Día Mundial de los Océanos, nos ha regalado esta entrevista en la que la escritora desvela esa pasión constante y sonante por el agua y las actividades subacuáticas.

La escritora Marina Perezagua es una mujer apasionada del mar en todos los sentidos.

-Marina Perezagua… es nombre tuyo ¿es seudónimo literario o el destino ya te hizo «azul» de nacimiento?

-Es mi nombre real, aunque cambié el orden de los apellidos. Perezagua es mi apellido materno.

-Antes de relacionar tu faceta literaria con los océanos ¿qué te resulta más bello: el mar por debajo de la superficie, por encima (navegando), un horizonte?

-Yo necesito sentir el mar, y a veces un paisaje no me basta. Prefiero navegarlo o, idealmente, nadarlo o bucear. La belleza de esto último tiene que ver con sensaciones más interiores que estéticas, y es lo que hace que yo haya creado un vínculo entre el bienestar y el mar bajo superficie.

-Eres practicante de actividades subacuáticas… ¿pero cuáles te resultan más placenteras y por qué?

-He practicado natación de largas distancias en aguas abiertas, crucé el Estrecho de Gibraltar a nado y me preparaba para atravesar el Canal de la Mancha antes de contraer la enfermedad de Lyme, pero sin duda para mí lo más placentero es la apnea. Vivo en Nueva York y el nivel de estrés hace que el control de la respiración sea vital en mi vida, si a esto le unimos mi necesidad de agua, encuentro en el buceo a pulmón el alivio para muchas de las pequeñas (o grandes) tragedias.

Marina, camino del azul en el Blue de Dahab. FOTO: Livio Fakeye.

-En una conversación preparando esta entrevista, comentaste que «no debería necesitarse dedicar un día al año a los océanos». ¿A qué te referías?

-Es igual que las reservas naturales, para mí existen como una suerte de falsa protección, como si así se nos hiciera ver que el medio ambiente todavía importa desde un punto de vista político. Pero la realidad es que la conservación está sometida a intereses económicos, y que ni el día de los océanos ni cualquier reserva va a evitar la extinción masiva de especies. Tal vez, me atrevería a decir, estos son subterfugios incluso contraproducentes, pues como decía Antonio Gramsci, los Estados nos dan la idea de que tenemos mucho más poder del que tenemos, y cuando nos damos cuenta de que en realidad nos atan las manos hábilmente, ya es demasiado tarde para protagonizar un cambio verdadero.

-Una de las frases más reconocidas dedicadas a los mares es una cita de Arthur C. Clarke, aquella de «por qué le llamamos Tierra, cuando deberíamos llamar a este planeta Océano?» ¿Algún aforismo relacionado con el mar se cruza a menudo en tu mente?

-Dos de mis preferidos son de Ovidio y de Sócrates, respectivamente:

  • “El hombre que ha experimentado un naufragio, se estremece incluso ante el mar en calma”.
  • “Hay tres tipos de hombres: Los que están vivos, los que están muertos, y los que están en el mar”.

-Cuando estás alejada del mar, ¿sueñas con él?

-Es curioso, porque acabo de pasar diez días seguidos aislada en la montaña y las tres últimas noches he tenido la misma pesadilla: tenía que hacer pesca submarina de noche para evitar la vigilancia policial, pero lo único que había eran congrios, congrios por todas partes. Creo que la lejanía del mar junto con los días de cuarentena me hizo temer que, cuando vuelva, el mar ya no sea el mismo. También temo que su paulatina recuperación (más rápida de la que esperábamos gracias a la lejanía del hombre) sufra un revés y cuando se reactiven los mecanismos financieros los océanos comiencen a morir con más celeridad que antes.

-Vives a caballo entre Marbella y Nueva York… ¿cómo sacias tu necesidad de agua cuando trabajas a ese lado del charco?

-En Nueva York es duro en invierno, entonces entreno bastante en piscina, pero cuando se aproxima el buen tiempo hay lugares maravillosos. Me gusta mucho nadar o bucear en Montauk, o en Fire Island, que son espacios salvajes, de aguas más bien bravas y oscuras, y de marinos ariscos de los que aprendo muchísimo.

-La pregunta más sencilla de hacer, más complicada de contestar… ¿qué te da a tí el mar, el agua, la apnea, la pesca submarina…?

-Me da la sensación de que el mundo, sus violencias, la manipulación política o los problemas personales dejan de importarme. Mientras estoy en el mar (y lo he estado en periodos vitales muy duros) sólo me importa ese instante y el placer que me regala.

-¿Te ha servido el mar para superar malos momentos en tu vida? Y podemos darle la vuelta a la pregunta: ¿alguno de tus instantes vitales más preciados tienen que ver con el agua?

-Sin duda. Hubo un punto de inflexión en mi relación con el mar. Hace doce años murió mi mejor amiga, que realmente era como una hermana. Para mí era un pilar fundamental. Entré en una depresión y cometí el error de creer al psiquiatra que me aseguró que la medicación me ayudaría. La medicación sólo empeoró mi estado de ánimo, y fue ahí donde un amigo me hizo descubrir la apnea, que en tres meses de práctica me calmó y terminó por devolverme a la luz.

De regreso a tierra, «estirando» en la proa.

-¿Qué presencia tiene el agua en tu literatura?

-Tiene una presencia literal, he escrito bastantes historias cuyo contexto es el mar e incluso la apnea, pero además tiene una presencia que une lo vital a lo creativo: El neurólogo Oliver Sacks decía que él necesitaba escribir mientras escuchaba el sonido del agua, porque neurológicamente se le abrían unos canales que no podían abrirse sin dicho sonido. Creo que siento algo de esto, la raíz de la mayoría de mis historias han surgido en un estado de relajación en el mar. Por otro lado, se trata de una cuestión de ritmo. En cualquier texto el ritmo y el aliento es de suma importancia, y en mi caso la conexión es íntima hasta el punto de que cuando practico apnea escribo relatos cortos y cuando estoy más dedicada a la natación de largas distancias escribo más novela.

-Por desgracia, nuestros mares están plagados de basuraleza… ¿qué es lo más chocante que te has encontrado en una inmersión debajo del agua?

-Un piano. Fue poético y a la vez triste. También me dio la curiosidad suficiente para comenzar una historia, aunque aún no lo he hecho.

-Tu próximo plan subacuático: ¿cuándo, dónde?

-Me encantaría sacarme el título de instructora de apnea, pero con tanto trabajo me parece difícil. Los entrenamientos con Umberto Pelizzari y Miguel Lozano (y los equipos de ambos) son unas de las mejores experiencias que he vivido en este deporte.

Entrevista realizada por Olivier Vilain de La Figuera.