Entre los días 27 de julio y 3 de agosto se celebró el Campeonato Mundial de Rugby Subacuático en la austríaca ciudad de Graz. La edición con mayor participación de la historia contó con la presencia de las selecciones femeninas de 14 países y masculinas de 17; entre ellas la española.
La comitiva española integrada por 32 personas, entre jugadores y técnicos, y con el apoyo incondicional de la FEDAS (Federación Española de Actividades Subacuáticas) demostró en Austria el resultado del esfuerzo realizado a lo largo de los últimos seis años.
El joven equipo femenino, a las órdenes de Tatiana Arias (seleccionadora), empezó el torneo con un partido de altísimo nivel contra las alemanas. Las tricampeonas del mundo y poseedoras del título en aquel momento, aun siendo superiores se encontraron una fuerte defensa de las españolas que únicamente pudieron superar en 9 ocasiones. Sí, únicamente. Los siguientes partidos se obtuvieron dos derrotas muy ajustadas ante Turquía y Estados Unidos. El equipo turco, con cierta experiencia en torneos internacionales pese a la juventud de sus atletas, presentó un juego cohesionado y veloz. El estadounidense jugó sus cartas: contundencia física y movilidad suficiente. El desánimo no afectó a las guerreras españolas que se desquitaron con el joven equipo canadiense y la escuadra italiana. Estas últimas, como si quisieran emular a su fútbol, tiraron de defensa y oficio para presentar dificultades a las españolas. Finalmente, en el partido por el noveno puesto frente a las atletas danesas las españolas no pudieron más que plantar batalla ante un equipo de altísimo nivel.
El equipo masculino, con experiencia en el anterior mundial (Cali 2015, Colombia) y europeo (Helsinki 2017), llegaba con la misión de hacer historia. En la fase de grupos, el equipo de Alejandro Betancur (seleccionador) se encuentra con Colombia (que acabaría haciéndose con el oro) así como a Eslovaquia y Canadá: equipos más jóvenes y modestos. El juego sólido de la selección se traduce en victorias frente a Canadá y Eslovaquia, así como una derrota menos abultada de lo esperable frente a los colombianos. El buen resultado de la fase de grupos llevó a España a enfrentarse con: Noruega, bicampeones mundiales y ostentadores del título en aquel momento; y Suecia penta-campeona del mundo. Los propios jugadores españoles se referirán a estos partidos como clases magistrales de rugby subacuático o grandes experiencias deportivas dejando en segundo plano el resultado numérico. Con todo, España llegó a un partido final contra la selección anfitriona. Los austríacos golpearon primero a lo que España respondió. La igualdad en el marcador reflejaba a la perfección la realidad que se vivía bajo el agua. El igualado partido puso a prueba los nervios y la concentración de ambos equipos. Ya en la prórroga, una jugada bien trazada consigue decantar el marcador a favor del equipo local dejando a España con el octavo puesto del campeonato.
El equipo de Alejo cumplió su objetivo: obtener el mejor resultado de su historia. Más allá del buen resultado, el campeonato supuso la clausura de un ciclo. En los últimos 5 años, España ha pasado de competir por los últimos puestos del ránking mundial, a colocarse en la antesala de los 6 equipos que monopolizan el podio desde el inicio del campeonato en 1980. Esta nueva situación, requerirá nuevas estrategias y tácticas deportivas combinadas con el trabajo y la ilusión que ya ha demostrado la selección.
En el cuadro femenino, el décimo puesto conseguido es, objetivamente, el mejor resultado hasta la fecha. De nuevo, la lectura trasciende lo numérico: las jóvenes guerreras, a las órdenes de Tati por primera vez en competición, no admitieron el buen resultado como una cima. Para ellas Graz 2019 no ha sido sino el primer paso de una gran carrera.